por Cora Verón
Lo llamamos El Impenetrable, y ya desde su nombre impone algo de miedo, puede ser por cierta noción de inmensidad desconocida o de un caos vegetal que puede tragar a un ser humano para no devolverlo jamás. Pero los años y las distintas experiencias nos fueron demostrando que es impenetrable sólo para algunos.
El Impenetrable es una gran región de bosque nativo de más de 40.000 km² ubicado en la llanura chaqueña occidental, al noroeste de la provincia de Chaco, y comprende también una porción de Formosa, Salta y Santiago del Estero.
A pesar de su nombre es visitada asiduamente, y cuando el clima lo permite, por personas a las que les gusta colaborar con aquellos que tienen algunas dificultades, Damián Raponi es uno de ellos y quien puede dar fe de que no es tan impenetrable como lo dicta su nombre ya que sus habitantes reciben los aportes de ciudadanos comunes que se hacen eco de las necesidades reinantes en ese lugar.
Contra viento, pandemia y marea
En El Impenetrable viven cerca de 60.000 personas, la mayoría son wichís y tobas nativos de la zona, también hay campesinos y pequeños productores rurales y, si bien hace años que reciben ayuda de muchos argentinos y argentinas solidarias, esta experiencia en particular comenzó en el año 2017 con un grupo de estudiantes a misioneros de la Iglesia Cristiana Evangélica y como una práctica de una materia de estudio: “En agosto de 2017 –comienza a relatar Damián a Más Noticias- un grupo decide hacer las prácticas para finalizar el curso con un viaje transcultural, en este caso, lo hacían al impenetrable chaqueño”. Damián se sumó a la experiencia: “Realmente fui capturado –recuerda- seducido por la movida, por la dedicación, el amor que se le brinda a la gente; así que desde ese año, ininterrumpidamente, estamos viajando todos los años en agosto o septiembre por una cuestión climática”. También recuerda que durante la pandemia no pudieron viajar “pero sí hemos podido enviar medicación y alimentos para no dejar sin cubrir esas necesidades”.
7 días de sonrisas y felicidades
El paraje al que van se llama Nueva Población y está a 160 kilómetros de Castelli, “la última ciudad que pasamos con las comodidades que nosotros conocemos, luz, agua, energía eléctrica, internet; de ahí nos internamos dentro del monte otros tantos kilómetros y por un camino muy hostil, muy muy duro, y ahí empezamos a dejar atrás las comodidades” antes mencionadas.
Estos viajes anuales se extienden por una semana por cuestiones prácticas y de logística pero durante esos 7 días realizan distintas actividades que incluyen un evento infantil con los chicos de la comunidad, generalmente celebrando el Día del Niño, “al ser nativos hablan en wichí, entonces vamos con una traductora que vive en el lugar que nos hace de nexo y facilita hacer los juegos y la dinámica con ellos”, detalla Damián.
Los visitantes descansan y tienen su base en la misma localidad de Nueva Población, “no dormimos con la comunidad wichí porque ellos son bastante reservados, pero sí estamos a 1 km, casi 12 cuadras de ahí, durmiendo en un SUM que es un lugarcito de usos múltiples que lo hemos empezado a levantar nosotros también”.
Cada viaje se arma prácticamente durante el año, “se le da un poco más de énfasis y de fuerza los últimos tres o cuatro meses antes de viajar porque hay alimentos o cosas que son perecederas, también llevamos con cadena de frío, y lógicamente lo vamos programando un tiempito antes. Pero la movida y la organización que se hace desde Villa Constitución convoca normalmente a gente de la misma ciudad, de San Nicolás, Empalme; este año fueron cuatro congregaciones convocadas, no hacemos grupos demasiado grandes por las comodidades que hay en el lugar. Este año fuimos 16 personas en 4 vehículos, el año pasado fuimos 20, y tratamos de que no supere esa cantidad por cuestiones prácticas y las comodidades, por ejemplo hay poca agua cosa que dificulta el uso de los baños; buscamos un número que no supere esa cantidad de personas para hacer más dinámica y práctica la estadía”.
Aquella primera vez
Siempre hay una primera vez en cada vida y esas primeras veces pueden ser el inicio de algo maravilloso y que deje huella en otros, aparte de nosotros mismos, huellas que les cambie aunque sea un poquito su realidad.
Dar es recibir, y sobre esto, Damián dijo: “Tengo una frase que la menciono siempre: nosotros vamos a colaborar, a dar ese granito de arena, pero yo creo que en nuestro corazón, en nuestro interior, traemos mucho mucho más de lo que fuimos a llevar, no en lo material; en amor, en conocimiento, las vivencias que podemos tener allí con estas comunidades, el cariño, el afecto, y lógicamente esa gran y muy marcada diferencia en las comunidades, en lo económico; en la vivencia de todos los días uno se da cuenta que nosotros, por poquito que tengamos, tenemos un montón para agradecer con respecto a lo que ellos están viviendo. Entonces, qué es lo que llevo?, cosas materiales que la gente con tanto cariño, con tanta solidaridad brinda. Y qué nos traemos de vuelta?, muchísimo más de lo que llevamos, porque traemos ese conocimiento, esa valoración de dejar una canilla bien cerrada y no desperdiciar el agua, de tener en cuenta que cuando encendemos una lamparita tenemos luz, un lavarropas, tenemos la comodidad propia de todo eso, que para nosotros en la vida cotidiana es lo más normal y lo más frecuente, no nos llama demasiado la atención, pero cuando uno hace una comparativa con esas cosas”.
Raponi recuerda que en 2018 “tuvimos la posibilidad de viajar con la familia, y en una de las charlas posteriores al viaje le dimos la oportunidad a nuestros hijos de que nos cuenten qué experiencia habían tenido, y todos mencionaban o aclaraban que se puede vivir sin tecnología, con pocos recursos, con una escuela atípica la nuestra, una cultura atípica la nuestra, con climas hostiles, o sea, esa diferencia tan marcada ellos la vieron y de alguna forma dijeron: ‘Che, tenemos demasiado y a veces no lo cuidamos o no lo valoramos’”.
Volviendo al después de cada viaje, Damián expresa: “Nos traemos grabado en nuestra mente, en nuestro corazón, la carita de los chicos y de los adultos; y también está el hecho de que ellos no conocen otra cosa (que el Impenetrable) y quizás no lo conozcan; en el viaje de vuelta pensaba cuántos de estos chicos conocerán una ciudad como nosotros, una ciudad armada… Pero bueno, quizás nosotros a lo mejor los queremos inducir a que conozcan y quizás nunca lo van a conocer. Quizás hay chicos que, por el estilo de vida difícil que tienen, fallecen jóvenes y nunca van a conocer una ciudad con luces, con edificios”. “El ritmo de vida que tienen ellos, es completamente atípico y distinto, nosotros andamos las corridas y vos ves que ellos, por ejemplo en los negocios, te brindan una paz, una tranquilidad, cuando les hacés una pregunta, ellos la piensan, la elaboran y después te transmiten la respuesta. Se toman todo su tiempo, entonces vos decís, ¿por qué yo vivo de esta forma? Si nuestros orígenes deberían ser esos, pero uno vive en un mundo tan cambiante, tan en la vorágine del trabajo, y de los horarios, y te lleva por delante de la vida”.
En el último viaje realizado, llevaron ropa de verano y calzado, además de medicamentos pediátricos y para adultos, y la salud también es todo un tema de carencias o de llegar muchas veces con lo justo: “Los dispensarios o centros de salud son otro tema para desarrollar una sala más grande, quizás, están muy descuidados, no están bien cubiertos, por decir de alguna forma, entonces nosotros llevamos lo que sea: gasas, vendas, alcohol, y también llevamos medicación, que la saben suministrar dos profesionales que están viviendo en la comunidad. Los dos son enfermeros profesionales que están trabajando en el campo y tienen la capacidad de suministrar y dosificar la medicación”. A la ropa, el calzado y las medicinas que llevan, suman alimentos no perecederos, “mucha leche en polvo también”.
El entretenimiento y la diversión no queda fuera de la planificación de cada viaje, el año pasado fueron para el Día del Niño y les alquilaron un pelotero, y este año llevaron un proyector que “fue donado también por una institución de Estados Unidos, y le proyectamos películas, con poco diálogo pero que se suelen entender solamente por las actitudes o por los movimientos, las gesticulación de los actores, y eso también es una cosa muy linda y muy novedosa para ellos”.
Del relato de Damián podemos imaginar que cada recibimiento es único: “Por ejemplo, cuando se enteran que van los colaboradores hacen un esfuerzo terrible para agasajarnos; la vez pasada viene una señora que nos trae carne picada para que comamos allí en la comunidad, nos llevaron pan casero, tortillas, sus artesanías, y nosotros tratamos de pagárselo, y en algunos casos ellos dicen: ‘no, es un regalo’, entonces miramos al encargado de hacer la obra y nos dice sí, como diciendo, si es un regalo tomáselo como tal, para que ellos lo entiendan de esa forma. La señora Eda, me dice: ‘Mi marido siempre se acuerda de los blancos’, nosotros somos los blancos para ellos, con tanta dignidad y tanta amabilidad, entonces nosotros nos sentamos con ellos que de alguna forma quieren expresar y seguir cultivando o proyectando su cultura, demostrando lo que es el hilado, el teñido con distintas hierbas naturales, el cultivo, no son tan fuertes ellos, porque por naturaleza son recolectores y cazadores, pero más que nada crían cabritas, sacan la leche; las ovejas para la lana, y hacen toda una cultura de eso, y está muy bueno poder estar con ellos un tiempo y que ellos te demuestren cómo son los procesos, aparte de que es una cosa tan enriquecedora, tan linda para ver, ellos lo expresan con alegría y nosotros lógicamente lo valoramos y aplaudimos eso. A veces traemos artesanías para regalar, ellos tienen un hilo que lo sacan de una hierba que nace allí, lo dejan secar y lo van como hilando con las manos para hacer artesanías, y para darle las tonalidades calientan hierbas de distintos colores, como el arrobo, el roble, y con esas pinturas naturales le dan color, es precioso; es hermoso saber que ellos, de alguna forma, año tras año esperan al grupo y nos quieren agradecer con lo mucho o poco que tienen”.
Para finalizar, Damián reflexiona: “No sé si hay algún mensaje para los que vivimos enloquecidos acá, para los que lloramos porque se nos corta la luz mientras estamos viendo un partido, no sé. Sí, es a veces hacer una comparación quizás un tanto tediosa, cuando uno quiere comparar, lo que nosotros tenemos, desde nuestra ruta, nuestros caminos, los accesos, la luz eléctrica, el agua corriente, ya es demasiado. Tenemos centros de salud medianamente cercanos, escuelas, instituciones con la finalidad de poder colaborar, entonces decimos: ‘son coterráneos nuestros, están a 1200 kilómetros, son de mi tierra y hay tanta diferencia, y uno ve que sí, hay tanta diferencia”.