por Cora Verón
El pastor nos recibió en el templo ubicado en Rivadavia y Mitre, donde compartió reflexiones sobre su trayectoria, sus primeras luchas internas y cómo llegó a abrazar plenamente su fe.
“Acá andamos, bien, la Iglesia también anda bien, vamos avanzando en todos los aspectos que hemos emprendido”, comentó recién regresado de Río de Janeiro, Brasil, donde participó en una jornada de capacitación sobre “atendimiento humanizado al público afectado por el consumo de alcohol y drogas”, una labor que ha realizado durante más de tres décadas, trabajando especialmente con jóvenes privados de su libertad.
Antes de encontrar su camino en la Iglesia, su vida estaba marcada por excesos y una búsqueda constante de satisfacción que nunca llegaba. Entre las anécdotas que marcaron su transformación, mencionó un incidente trágico en su juventud: un amigo suyo apuñaló a otro joven, lo que lo llevó a cuestionar su vida y sus decisiones.
“Llegué a un punto en que no tenía satisfacción en nada. Nada me alegraba. Creía que era el ‘rey del mundo’, pero en el fondo no disfrutaba de nada”, confesó Llanes, quien también recordó los complejos que arrastraba desde la adolescencia, relacionados con su físico, su origen humilde y la discriminación que sufría.
El punto de quiebre llegó cuando recordó la paz que sentía al asistir al templo en su niñez. Un sábado decidió retomar ese camino y, según cuenta, todo cambió: “Agarré una guitarra, canté canciones de la iglesia, dejé de tomar, fumar y salí nuevo. Lloré como nunca”. La parábola del hijo pródigo, que su madre le hizo leer reiteradamente, fue otro elemento clave. Aunque inicialmente la veía como una “pavada”, terminó identificándose con la historia. Años después, frente a una congregación, dio su testimonio y confesó: “Yo soy aquel que le dijo adiós a Dios, pero ahora vuelvo”.
Hoy, Javier Llanes es un hombre transformado que dedica su vida a la espiritualidad y al servicio comunitario. Con 34 años de pastoreo, sigue adelante llevando su mensaje a quienes más lo necesitan, convencido de que cualquier vida puede cambiar con fe y decisión.
Llanes y el Allanamiento
El pastor y su trabajo con personas en situación de vulnerabilidad, se encontraron en el ojo del huracán tras un allanamiento en el marco de una investigación por narcotráfico. Llanes, sin embargo, defiende su labor como una misión espiritual y niega cualquier vínculo con actividades ilícitas.
“El allanamiento tiene que ver con mi trabajo, mis predicaciones a los adictos”, explica, quien ha dedicado su vida a predicar el Evangelio en cárceles y comunidades afectadas por la violencia y las adicciones. “Yo no los busco, ellos me llaman. Es normal que me conozcan, porque he estado en penales como el de los Monos, predicando tanto a los asesinos como a las víctimas”.
Uno de los episodios más llamativos que relata Llanes ocurrió en su visita a un penal donde predicaba habitualmente. Allí se presentó ante uno de los líderes de la banda conocida como "Los Monos". “Cuando llego, me pregunta quién soy y le digo: ‘Soy el pastor Javier Llanes’. Me respondió que él era de los Monos y me hizo preguntas muy específicas. Entendí que no solo quería saber quién era, sino ponerme a prueba”.
Llanes asegura que, en sus décadas de labor en cárceles, su único objetivo ha sido llevar el mensaje de Cristo. “Nunca llevé ni traje nada. Lo único que llevo es la palabra de Dios”.
Sobre el allanamiento, sostiene que las autoridades deberían estar al tanto de su trayectoria. “Durante años entré y salí de cárceles con permisos para predicar. Supongo que la justicia debe saber quién es Javier Llanes, qué hace, con quién habla y qué no hace”.
El caso que desató la sospecha fue sobre un hombre identificado como J.A., un conocido narco de la región. “Me llamaron porque este hombre se quería suicidar, estaba en San Nicolás. Me presenté como pastor, pedí permiso para hablar con él, y Dios hizo una obra esa noche. Le hablé de Cristo y, aunque estaba gravemente herido, comenzó a llorar”. Llanes lo acogió, le dio empleo y lo ayudó a reinsertarse socialmente. “Él nunca se olvidó de lo que hice por él. Siempre me respetó, pero le advertí que su vida corría peligro: o te matan o vas preso”, contó Llanes.
A pesar de las controversias, Javier reafirma su compromiso con su misión espiritual. “Yo predico a todos por igual, a quien quiera escuchar. No me meto con nadie. Lo único que me interesa es hablar de Jesucristo”.
Al volver a hablar sobre el allanamiento, explicó que se originó por una llamada interceptada mientras realizaba un negocio de compra-venta de una moto con J.A. “Yo estaba en Chaco haciendo una obra solidaria cuando me avisan que la policía había entrado en mi casa”, relató.
A pesar de las sospechas, muchos miembros de la comunidad respaldan al pastor, destacando su labor y el impacto positivo que ha tenido en muchas vidas.
El caso de Javier Llanes evidencia las complejas interacciones entre la fe y los márgenes del delito en sectores vulnerables. Su labor, aunque noble, lo ha puesto en contacto con un mundo donde las líneas entre el bien y el mal se desdibujan; mientras tanto, continúa predicando y afirma estar en paz: “Vivo o muerto estoy con Cristo”.