15/03/2025 - Edición Nº379


Arroyo Seco

Mes de la mujer

Pastora María Celia Ibañez De Velázquez, solidaridad en su máxima expresión

09:47 | Continuando con las entrevistas a mujeres que van dejando huellas en nuestra ciudad, esta vez dialogamos con María Velázquez, que además de ser Pastora de la Iglesia La Casa de Dios, a sus 69 años de vida, ni siquiera piensa en dejar de brindar su solidaridad que quien lo necesite.


por Cora Verón


María Celia es hija adoptiva y tuvo 7 hijos, de sus padres dice que era un matrimonio mayor y que la trajeron a vivir a Arroyo Seco desde los 5 años. “Me casé muy joven, formé una familia, con 7 hijos, uno fallecido. Siempre me gustó el trabajo solidario, pienso que uno ya nace con ese don, no?”

Con voz suave y una calma que no varía a lo largo de la charla, recuerda y nos cuenta que, si bien está casada dentro del catolicismo, a raíz de una gran enfermedad que tuvo “conocí la palabra de Dios”. Sus comienzos fueron en la Iglesia Santuario de Fe del Pastor Alfredo Carvajal y Susana Carvajal, “28 años me concedí en ese lugar hasta que Dios un día me habló de poder salir con la palabra de Dios a la calle”.

Desde ese día, María habló con todos los pastores, “fui bien aceptada, el proyecto que Dios me había puesto y mi sentir, era que no solamente vayamos a la Iglesia por nuestras necesidades, por la necesidad de orar y estar siempre estudiando la Biblia, sino también volcarse afuera, porque hay gente que no conoce a Dios y tiene necesidad, no solamente espiritual, o de acompañamiento, sino también necesidad económica”.

Luego de esa reunión, nos cuenta que una mañana comenzó a escribir un proyecto que presentó y fue aprobado por los pastores, así formó el grupo, “tuve la gracia de Dios de que varias mujeres quisieron apoyarme”. Este grupo no solo se conformó con mujeres de su propia iglesia sino también de otras religiones de nuestra ciudad. “Si bien el grupo que la está dirigiendo es de gente cristiana evangélica, mi idea es que se agregue cualquiera, no importa el credo, porque si vos vas a ayudarnos, no le vas a estar preguntando a la gente si es cristiana, esa no era la idea”.

Su trabajo comenzó en el Barrio Las Ranas en el año 2005, “empezamos a trabajar esporádicamente, ayudamos al Hospital y la Escuela Especial”, además, María hacía un tiempo que ayudaba a conseguir los elementos básicos de los que carecía el efector de salud por aquellos años: “Hubo un tiempo que ni siquiera había elementos para hacer los análisis, entonces nosotros ayudamos. Después empezamos en el barrio”. Para recaudar dinero, hacían reuniones de mujeres, “como hacemos ahora, hacemos un té y levantamos una ofrenda, no cobramos tarjeta, y con eso fuimos juntando, en ese tiempo el dinero tenía otro valor”.

Al ser paciente del nosocomio, recuerda que un día fue al hospital y vio a una señora con una bebé que iba a hacerle nebulizaciones, “en pleno invierno venía del barrio Las Ranas al hospital, pensé, venir de tan lejos no le sirve de nada que le haga la nebulización, entonces le dije a las mujeres: ‘algo tenemos que hacer’. En ese momento comenzaron a juntar dinero para donar un nebulizador al Dispensario, luego, “como no alcanzaba le donamos un compresor”; “les fuimos donando cosas hasta que un día hablando con la enfermera Ana, me dijo que tenía que ir a esterilizar las cosas al hospital, entonces le regalamos la estufa esterilizadora”.

Solidaridad multiplicada

María nunca estuvo sola en sus tareas: “Conocí a una persona preciosa para mí, la Dra Raquel Musso, una mujer tan amorosa; un día le pedimos permiso para ir a cortar el cabello en el dispensario porque había chicos con problemas de pediculosis” e invitó a colaborar a varias peluqueras. Cuando le pidió permiso a la doctora para cortar en el patio de entrada, les cedió una de las salitas del dispensario. También se ocuparon de ir a domicilio a cortarle a gente que estaba Imposibilitada en la cama, “fue una experiencia hermosa, y como cada vez era más la necesidad, nos metimos en el barrio y formamos el grupo como AMCEI, Asociación de Mujeres Cristianas Evangélicas Interdenominacionales”. “Cuando empecé este proyecto hicimos una reunión de iglesias evangélicas y fue la primera vez que se abrió la iglesia, en ese tiempo metodista, para que entráramos todos los evangélicos. Fue algo histórico”.

El trabajo en el barrio siguió con una escuelita para niños, donde les enseñaban a leer y a sus madres también, les hacían la chocolatada, el mate cocido, “conseguimos un lugar y ahí hacíamos toda las actividades con los niños, era una escuelita en el mismo barrio donde les enseñamos la palabra de Dios y había de todo un poco, ellos comían, estaban con nosotros, nos contaban sus cosas, sus historias. Después incorporamos a las mamás, incluso conseguí que mandaran una maestra de la Escuela 6036, la maestra Susana Cianfagna donó todos los videos, que en ese tiempo se llamaban “Yo sí puedo” que lo daban en Nicaragua, en los montes de la guerrilla de ese tiempo”.

 “El que hace trabajo Solidario tiene que tener un acompañamiento”, dice María, y uno de sus compañeros fue el Dr. Oscar Romanini, “es una persona extraordinaria, le decía: ‘mirá encontré un chico que tenía lastimada la cabeza o por problemas de alguna inundación que es terrible, y él iba urgente”. “Siempre tuve acompañamiento de otras personas”, pero a veces con la voluntad no alcanza, cuando las realidades son tan difíciles “a veces te queda la impotencia de que no conociste un caso, por ejemplo venían y me contaban un caso y ese caso tenía que pasar a una psicóloga o una psicopedagoga, y por ahí no tenías a las personas, entonces era como que te quedabas ahí estancada, con la impotencia de no poder”. Entre sus muchos colaboradores, menciona a la Psicóloga Isabel Pilustrelli y Silvia Rusconi, “son gente con las que yo conté siempre”.

Cerca de cumplir los 70, le preguntamos dónde la encuentra la vida en este momento, si en un tiempo de descanso o no, “nunca he descansado –responde- este verano sí por el calor, pero ya arrancamos el 7 de abril hacemos una reunión de mujeres para poder ir recaudando fondos. Y sigo trabajando en la iglesia, seguimos pastoreando, haciendo las reuniones de mujeres, consejería”.

Además de su incansable colaboración a personas que lo necesitan, María fundó la iglesia La Casa de Dios ubicada en calle Lisandro de la Torre 541, “hace 10 años que estamos en nuestra iglesia propia; nosotros fundamos AMCEI y de ahí nace esta rama que sería La iglesia Casa de Dios de la que soy fundadora y pastora”.

No hay dudas de que con ese espíritu solidario nunca le va a faltar una ayuda, y dice: “Te quería nombrar a una persona que también recuerdo, aunque pasaron muchas y a todas una le tiene agradecimiento; el Dr. Armando Martins, él era nuestro médico y un día hablando me dice: ‘¿Qué estás haciendo?’, y le digo: ‘estoy haciéndole el mate cocido a los chicos y me dice: ‘Yo te voy a dar para hacer el mate cocido a los chicos y las facturas’ y todos los meses me daba para hacerlo. Hay otras personas que nunca se sacaron una foto ni dijeron lo que hacen, el pueblo no lo sabe pero hay alguien que lo sabe y es Dios, ellos siempre van a tener una vida feliz y próspera porque saben ayudar de corazón y son personas que me marcaron muchísimo en la vida y son ejemplos para mí”, “son personas que ves en el rostro su honestidad y su bondad”.

Hoy su hijo mayor es el pastor de la iglesia y sus otros hijos están al frente de todo, pero María sigue estando todos los días: "Puedo decir hasta el día de hoy hice lo que Dios me mandó hacer, y eso me trae paz, gozo, alegría, y ver a mis hijos siguiendo lo mismo es como que digo: esto no se va a terminar mientras haya un Velázquez con ese espíritu de solidaridad nunca va a faltar una ayuda".

Casi finalizando la charla, María recuerda y reflexiona: “Los niños no son para hacer política; los que estaban con nosotros haciendo los talleres, pintando y haciendo manualidades, mi esposo y yo les hacíamos hacer fideos caseros y ñoquis, así que había dos días en los que todo el barrio comía fideos caseros y ñoquis porque ellos lo iban a hacer, les llevaba la harina o algunos se la traían y ese día todo el barrio comía eso. Hay una chica que se casó pero al tiempo el marido falleció, un día llegó y me dice: ‘¿Te acordas María que vos me enseñaste a hacer los fideos?’”. Y son esas pequeñas cosas que en la vida de las personas que poco tienen es un montón.