06/06/2025 - Edición Nº462


Arroyo Seco

SOCIEDAD

Picaboleto, un arroyense por adopción

29/05/2025 15:45 | Desde hace 57 años, Gregorio Sosa viaja desde Rosario a Arroyo Seco para vender sus mercaderías de lo más diversas. Recorriendo sus calles vio crecer la ciudad que lo cobijó como propio llamándolo Picaboleto. Hoy prefiere no caminar tanto y elige atender a sus clientes de toda la vida en la puerta de un supermercado



Gregorio Gabriel Sosa dice que es un hombre común, pero no tanto. La venta ambulante es su forma de ganarse la vida y permanece en ese oficio desde hace 57 años, con la particularidad de que elige Arroyo Seco para trabajar, donde se siente cómodo y apreciado y donde además, al llegar, se convierte en “Picaboleto”

Todos los días viaja desde Rosario donde vive, para conectarse con la gente de Arroyo Seco a quienes conoce y donde tiene amigos. Ya son dos generaciones de clientes que lo buscan para renovar algún artículo que le compraron alguna vez y que les dio buen resultado, o simplemente para saludarlo y hablar un rato.

“Empecé a venir en el año 68. Yo jugaba al fútbol en Newell’s y mi papá decía, qué pelota, ni qué pelota, vaya a trabajar. Entonces me vine con un hombre que venía a vender fruta acá. Y yo le alcanzaba los canastos. Tenía 15 años”.

“Después en la vida me fui, anduve por todos lados y conozco mi país completo. Menos San Juan y Mendoza conozco todo, siempre vendiendo. Así fue hasta el 80 que ya me quedé en Arroyo y no me fui más. Pero siempre vengo del año 68”.

Su pasión por el fútbol, lo llevó a seguir vinculado con los clubes y en Arroyo Seco, se vinculó más con Athletic a donde trajo algunos jugadores. Dice que durante su niñez fue vecino de José Rocuzzo quien siempre tuvo almacén en su barrio y allí compraban la yerba y el azúcar suelto. “Somos amigos de la infancia. Es el suegro de Messi”, dice con orgullo.

Y a Lionel también lo conoció mientras era entrenador de fútbol infantil

“Lo conocí a Messi cuando jugaba en Grandoli, porque yo era técnico de fútbol infantil para San Francisco, la iglesia más antigua de Rosario que está en Cafferata y Galvez, cerca del Mercado Cooperativo. Incluso un vecino de Arroyo, Categoría 84, Jorge Grassetti me dijo un día mirá cómo corre ese enano, y ese enano era Messi. Después lo llevaron a Newells y ahí fue lo que es”.

 

Y a vos cómo te fue en el fútbol?

Me fue bien, me fue bien. Yo llegué a jugar en aquella época en primera local y tercera. Y después, viste, tuve un accidente en el ojo, un gomerazo, un día que fuimos a cazar. Actualmente tengo a mi nieto, que está jugando en Newell’s, en la Categoría 2008. Franco Tomás Sosa, se llama. Y anda muy bien. En cualquier momento puede jugar en reserva o algo, porque tiene representantes y todo”, dice con orgullo.

 

Gregorio tiene cuatro hijos y su esposa Mirta que lo espera todos los días en su casa del Pasaje Independencia. En Arroyo Seco compra su comida y las cosas que necesita. “Gracias a Dios y a la gente que me ayuda, me da una mano. Sabe que tengo mi familia, soy una persona de bien.  Acá le vendo a los que tienen plata y a los que no tienen. Porque siempre me conocen y les digo, bueno, tal día vení, te entrego esto, 10 pesos, 20, 50, lo que sea. Y yo le vendo a gente conocida. Y hasta ahora no tengo problema con nadie. Y la mercadería que ofrezco es muy buena. Y si no le anda, se lo cambio”, afirma.

“Nos criaron a la antigua a nosotros, viste. Que nunca había que tocar lo que no era nuestro, que esto, que lo otro. Y soy un vendedor ambulante, no exigente de lo que le oferto a la gente. Yo me siento acá y ya me preguntan”, dice señalando la mercadería exhibida en las escaleras del supermercado donde trabaja buena parte del día.

 

La venta ambulante

Gregorio cuenta que lo primero que vendió en la calle, fue ajo. “Como todos los rosarinos”, bromea advirtiendo que nació en Victoria, Entre Ríos. Y dice que le hubiera gustado estudiar y trabajar de otra cosa, pero que las cosas se dieron así. “La vida me llevó a esto, tenía amigos vendedores y bueno. Vendiendo ajo llegué a estar bien, llegué a tener un colectivo, llegué a tener un camioncito 350 y lo hice vendedor al Pastor Sensini, que está por San Martín y Deanfunes”.

“Andábamos de pibes con él, íbamos a Corrientes, todos a vender ajo. Viajábamos, viajábamos mucho. Y yo conozco hasta El Calafate. Anduve por Bariloche, El Bolsón, El Maitén, Gobernador Costa, Las Heras, Caleta Olivia, Pico Truncado. También por el Valle de Río Negro, La Pampa. Parte de San Luis, por los montes acá de La Pampa. Después General Pico. También conozco Misiones, Corrientes, Chaco. Recorri toda mi provincia, Entre Ríos y fui hasta Salta. conozco todas las fronteras. Íbamos a vender ajo y vendíamos un camión entero. Eran diez mil cabezas, cien mil cabezas. Y compramos en el mercado. Y de ahí, a veces, cuando íbamos para el sur, terminábamos la mercadería en la provincia de Buenos Aires y comprábamos en Médanos, a sesenta kilómetros de Bahía Blanca.

En el setenta, ochenta, el mejor ajo era de Médanos y también en Balcarce. Ahora los mejores vienen de Mendoza” asegura.

 

 

¿Quién te puso Picaboleto?

Fue Pedro Spina. Y me puso así porque me faltaban los dientes adelante. La gente de acá es muy solidaria. Siempre anduve por el camino del bien. Y yo siempre me identifico con la gente buena. A mí me ayuda todo Arroyo Seco, te digo la verdad”.

 

Y de Arroyo Seco, ¿qué opinás?

Es muy pujante. Arroyo Seco tiene mucha gente de afuera, de Córdoba, de Chaco, de todos lados. Se parece a Federal que con la hidroeléctrica se convirtió en una ciudad nueva. Acá hay muchas empresas, muchas cosas buenas. Para mí, es una ciudad moderna, pero con las costumbres de pueblo.