
por Cora Verón
En el marco de la Feria del Libro de autores locales, el reconocido ilustrador e historietista Guillermo Decurgez, más conocido como “Decur”, compartió con Más Noticias un repaso por su destacada trayectoria artística, marcada por logros internacionales. Además, Decur señaló a la Biblioteca Bernardino Rivadavia, como un lugar que marcó profundamente su formación artística.
Su novela ilustrada “Cuando levantás la mirada” logró trascender fronteras y fue traducida a ocho idiomas, a pesar del contexto adverso del 2020. Su difusión fue tan exitosa que llegó a ser elegida por el New York Times como uno de los 25 mejores libros de ese año.
“Este libro lo hice hace unos cinco años y salió justo en el peor momento: en plena pandemia”, comienza recordando Decur, “mientras todo el mundo estaba encerrado, con miedo, incertidumbre y sin cura a la vista, mi libro acababa de publicarse en Nueva York”.
Decur lo define como un híbrido entre álbum ilustrado y novela gráfica. “Es difícil de clasificar. Ni siquiera el New York Times supo en qué segmento ubicarla, pero la incluyeron como libro de lectura. No es exactamente para todo público, pero ahí está, caminando sola por el mundo”, explicó.
La historia trata sobre un niño y su madre, “es una obra que se defiende sola”, expresó y algunos medios especializados describieron a la obra y a su autor diciendo: ‘Con una mirada sensible y estética personalísima, Decur ha logrado una narrativa visual y literaria que cautiva por igual a lectores y críticos’.
Uno de los mayores hitos hasta hoy fue recibir la Medalla de Oro de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York, en el marco de la muestra anual The Original Art, que se realiza desde1990 para celebrar las mejores ilustraciones de libros infantiles publicados en Estados Unidos.
El reconocimiento fue otorgado por un jurado especializado compuesto por artistas, editores y directores de arte, y se suma al creciente prestigio del artista local. “El libro fue seleccionado entre miles de candidatos. Lo increíble es que terminé exponiendo en el Museo de Ilustración Estadounidense de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York, un lugar que da visibilidad a los mejores ilustradores contemporáneos del mundo. Fue una experiencia inolvidable”.
El niño que miró mucho más allá
Durante la charla, Decur también rememoró sus orígenes y destacó el papel fundamental que tuvo la biblioteca local en su desarrollo creativo. “Ahí encontré los libros de Quino, Caloi y había exposiciones de Carlos Stenta; todos los libros raros que había, recuerdo algunos que hablaban sobre la civilización de Egipto y también de libros que deben de tener todavía, de cortes transversales de las cosas, de objetos… Todo eso me marcó muchísimo”, contó. “Después, en casa, seguí dibujando con lo que tenía: videojuegos, latitas, cosas cotidianas que me gustaban y que copiaba”.
“Cuando levantás la mirada, el mundo se empieza a abrir”
“Desde la pandemia doy talleres online y tengo alumnos de todo el mundo. Uno de ellos es de China, y llegó a mí por haber leído el libro”. Además, es altamente destacable que la novela se utiliza como herramienta educativa en Corea del Sur, donde fue incorporada a contenidos escolares. “Es mágico cómo una historia puede conectar con personas tan distintas y tan lejos”, reflexionó.
Según relató el propio autor, la trama, lejos de ser fantasiosa o escapista, está cargada de humanidad, y cuenta la historia de Lorenzo, un niño atrapado por la adicción al celular, una problemática cotidiana de las infancias de hoy. Pero la mudanza a una nueva casa lo enfrenta a un hallazgo inesperado: un viejo escritorio y un cuaderno manuscrito que lo invitan a levantar la vista del dispositivo y comenzar a mirar la vida que lo rodea.
“Yo no estoy en contra del celular, estoy en contra de la adicción”, dijo Decur. “El celular es una herramienta y Lorenzo lo termina usando con sentido, con el propósito de buscar información, para alumbrar, para orientarse. El mensaje es que el celular no tiene que ser el centro, sino una ayuda”, explica el autor.
La novela ofrece una lectura con múltiples capas: es un relato de iniciación, un homenaje a la curiosidad, y también un testimonio sutil sobre la inclusión. “Uno de los personajes está en silla de ruedas, y nadie hasta ahora me habló de eso como un elemento de inclusión. No lo puse como bandera, fue simplemente así. La historia lo necesitaba. Lo curioso es que mi hijo con síndrome de Down nació mucho después de que escribiera el libro. O sea, la inclusión ya estaba ahí”.
Con honestidad y sin vueltas, Decur no oculta su incomodidad frente a ciertas omisiones del ambiente cultural. “Se habla mucho de inclusión, pero después no se reconoce cuando alguien la trabaja con naturalidad. Me molesta un poco, pero no me frena. Ya estoy curtido. No me detengo por eso”.
“Crear es actuar”, aseguró, “el problema no es la falta de talento, sino el exceso de información. Hay una intoxicación visual y de datos que paraliza. Por eso, en mis talleres trabajamos con lo mínimo. Hay que ir a lo poquitito. Concentrarse en lo pequeño, en lo cercano”.
Y recordó una anécdota vivida con Quino, el legendario creador de Mafalda: “Cenamos varias veces por trabajar en la misma editorial. Él nos decía: ‘Ustedes tienen internet, yo tenía que salir a buscar lo que quería dibujar y como era tímido me costaba pedir permiso para dibujar una cortadora de fiambre en una fiambrería’. Quino con tan poco hizo una obra inmensa. Nosotros hoy tenemos todo y muchas veces no sabemos cómo avanzar”.
Para Decur, el único error es no hacer. “El escritor que no escribe, el dibujante que no dibuja… aunque no sepas qué dibujar, copiá! Aprendemos copiando. Después aparece el estilo, pero se arranca así. Lo que hay que hacer es empezar”.
Con la humildad de seguir conectado a sus raíces y la claridad de quien ya recorrió buena parte del mundo con sus dibujos, Guillermo Decurgez deja en cada charla, como en cada página, una invitación simple y poderosa: levantar la mirada y animarse a crear.
“Es un niño que empieza a caminar solo”, dijo sobre su libro. Pero también podría estar hablando de sí mismo: un niño que soñaba entre páginas ilustradas y hoy camina, con paso firme, por el mundo del arte y la literatura.