20/12/2025 - Edición Nº659


Arroyo Seco

Sociedad Italiana, 130 años de participación

La Sociedad Italiana de Arroyo Seco celebra 130 años de historia, identidad y aporte cultural

16/09/2025 12:23 | Fundada el 20 de septiembre de 1895, la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos fue la primera institución de la ciudad. Con música, teatro, bailes y compromiso social, marcó el pulso de la vida cultural arroyense y este mes conmemora un nuevo aniversario.


por Cora Verón


La Sociedad Italiana de Arroyo Seco cumple 130 años y revive una historia que la convierte en la primera institución organizada de la ciudad. Su fundación se concretó el 20 de septiembre de 1895, luego de una reunión previa realizada el 20 de agosto en la casa de Domingo Filiberti, quien asumió como presidente de la flamante comisión junto a vecinos pioneros de la comunidad.

Desde sus primeros años, la institución se destacó por su impronta cultural. En 1897 dio origen a una banda de música bajo la dirección del maestro Oreste Biagini, que animaba retretas dominicales en la Plaza 9 de Julio y acompañaba tanto celebraciones patrias como cortejos fúnebres de inmigrantes. Con el tiempo, la banda se convirtió en símbolo de identidad local, acercando a jóvenes y adultos a la formación artística.

El Salón Social, inaugurado en 1915 sobre calle Belgrano, fue escenario de bailes, quermeses, funciones teatrales y proyecciones de cine. Allí también instituciones como el Club Unión y el Club Talleres encontraron un espacio donde desarrollar actividades. Los tradicionales corzos de carnaval, las fiestas patrias y los bailes de conscriptos consolidaron a la Sociedad Italiana como epicentro de la vida social arroyense durante gran parte del siglo XX.

El cine de José Settecasse, una fábrica de sueños en Arroyo Seco

Quizás esta sea una de sus etapas más entrañables del lugar y que comenzó en 1918 cuando José Settecasse transformó el salón de la institución en un verdadero templo del séptimo arte, el cine.

Con esfuerzo y visión, Settecasse fue adaptando el espacio hasta convertirlo en sala cinematográfica. Instaló pisos de pinotea, cielorraso de madera, palcos altos, ventiladores, una casilla para la proyección y un telón que se levantaba ante la mirada expectante de grandes y chicos. En sus inicios, las películas mudas eran acompañadas por un piano alemán, que era un tesoro familiar, y más tarde por música ejecutada en vivo o reproducida en una vitrola. Hacia fines de los años 20, el sonido llegó para quedarse y poco después irrumpieron los colores, despertando aún más la fascinación del público.

La hija de José, Anita, recordaba aquellas matinés que marcaron su infancia, las risas con Chaplin, los cowboys galopando en la pantalla, el asombro frente a Drácula y Frankenstein, y la emoción de los grandes romances con estrellas como Greta Garbo, Bette Davis o Humphrey Bogart junto a Ingrid Bergman en Casablanca.

Entrando en la década de los 80, seguramente en la memoria de muchos ciudadanos hay recuerdos de un domingo de matiné, donde las madres les ponían sus mejores pilchas, los peinaban y perfumaban con Coqueterías o Pibes y los llevaban hasta la puerta del Cine Unión un rato antes de la hora señalada, para disfrutar el espacio, tocar el pesado telón y esconderse detrás, correr en la bajada del salón haciendo ruido por el piso de madera, ir al kiosco a comprar maní con chocolate o caramelos Sugus o chicles Bubblicious, según la edad. Y salir disparados hacia el interior de la sala cuando bajaban las luces y el sonido se hacía sentir en todo el lugar.

El cine, que primero llevó el sello de Settecasse y luego se conoció como Cine Belgrano, fue testigo de décadas de sueños compartidos. Cambió de dueños, se modernizó con cinemascope y finalmente fue gestionado por el Club Atlético Unión hasta su cierre definitivo en 1991.

Hoy, aquel espacio remodelado sigue perteneciendo a la Sociedad Italiana, pero la magia de la pantalla grande permanece viva en la memoria de quienes alguna vez, en silencio, vimos iluminarse la sala, sentimos la vibración del sonido en nuestras pancitas y zapateamos el piso de madera festejando el comienzo de la función gracias al haz de luz proyectado desde el misterio de una ventanita cuadrada que nunca terminábamos de identificar dónde estaba.

Según reza la revista del Aniversario 120 de la institución hay un texto escrito por la recordada Gloria Gennai: “Cada uno tiene pedazos de ese tiempo, el cine estaba en el paisaje de la ciudad, su música en el aire preparaba la cita en la matinée con el estreno esperado. Los murmullos y silbidos cuando se apagaban las luces y los proyeccionistas hacían el pequeño milagro de poblar de imágenes la pantalla y echar a volar los sueños”.