
por Cora Verón
ORGULLO y PASIÓN, esas palabras dijo casi instantáneamente Daniela cuando le preguntamos qué piensa o siente cuando hablan sobre su madre y a la hora de definirla. Adriana Triacchini, Profesora entrañable, amorosa y recordada cada día del profesor en nuestra ciudad, tanto que hasta una plaza lleva su nombre.
Con la intención de conocer y dar a conocer a personas y/o personajes que han dejado huella en las vidas de nuestra ciudad, Más Noticias abre de alguna manera esta sección de “destacados” con la profe Adriana y el legado que dejó en cada escuela y en cada adolescente que tocó con su calidez y desde su PASIÓN por la docencia.
La primera pregunta es cómo era Adriana en su rol de mamá, en el día a día: “Fue una mamá muy presente, muy dulce, muy cariñosa, a pesar de que estaba muy comprometida con su labor educativa; le encantaba lo que hacía”, comienza diciendo Daniela. “Nunca la escuché quejarse, es más, creo que lo disfrutaba muchísimo. Por eso yo creo que hasta el día de hoy se la recuerda tanto. Cuando la recuerdan dejó una huella que se nota, que a mí me enorgullece mucho como hija”.
Al hablar con Daniela es inevitable volver a sentir la presencia o recordar un poco más a Adriana mamá y profe, su suavidad, el amor y la admiración que refleja a medida que va describiéndola: “Como mamá siempre fue muy compañera, siempre tenía tiempo para todo, siempre se dedicaba a nosotros como familia; la verdad es que fue una gran mamá; siempre estaba aconsejándome, me inculcó buenos valores, es más, ella me motivó a seguir la carrera docente”.
Mi mamá la profe
Era una persona que trabajaba mucho pero “fue una mamá muy muy presente, creo que estuvo en todo. Recuerdo que siempre decía ‘el día que me jubile’ iba a poner más énfasis en la familia porque sabía que a veces estaba mucho tiempo en la escuela pero nunca nos descuidó como familia a pesar de eso”.
A medida que la charla avanza, las palabras “cariñosa, presente, amorosa” se repiten, haciendo más evidente lo que fue Adriana mamá, pero también fue profe de Daniela en la escuela secundaria y que define con las mismas palabras y agrega: “Sabía diferenciar, no tenía un tinte político, ni yo nunca la escuché que hablara de política”, “no la recuerdo de tener una postura política ni que comience algún debate en mi casa por temas políticos. Sí que al tener tanta pasión por la historia, si había algún prócer o algún acontecimiento, ella te contaba sobre eso”.
Adriana también fue profesora de Daniela: “Fue una linda experiencia”, le preguntamos si era como tener una mamá famosa y respondió: “Algo así. Fue lindo, fue una experiencia muy linda; estaba cursando el secundario en la escuela Goretti, ella daba clases ahí y me tocó que me dé historia. Y yo creo que, no solo para mí, sino para mi grupo de compañeros fue como la mamá, no sé si se daba tanto eso antes; a mí me gustó, fue una experiencia muy linda. Es otro recuerdo que me queda de ella muy lindo. Y tengo todavía compañeros que sigo viendo y me dicen lo mismo”.
¿Qué se siente que tu mamá tenga una plaza con su nombre y que cada día del profesor en la ciudad se la recuerde particularmente a ella, se la cite como ejemplo de docencia, lucha, compañerismo y con tanto cariño?: “Un orgullo enorme, claramente que tenga una plaza, la sigan recordando después de tanto tiempo, que perdure todo ese legado y que año tras año me convoquen, la verdad es un gran orgullo, no tengo otra palabra, me parece que lo va todo ahí”.
Para finalizar, Daniela agradeció a todas las personas que la recuerdan siempre, “que se siguen acercando y me dicen, tal vez en la calle ‘la conocí a tu mamá, tengo lindos recuerdos de ella, la tuve de profesora’, porque hasta el día de hoy sigue pasando eso. A pesar de que ya muchos son grandes y ya hay gente que ya no la conoce; la verdad que es algo muy lindo que reconforta y me pone muy contenta, muy feliz saberlo. Así que bueno, eso, orgullo”.
Adriana Triacchini fue una docente ejemplar y profundamente querida por sus colegas y alumnos, cuyo legado marcó la educación de Arroyo Seco.
Inició su carrera en la década de 1980 y enseñó en instituciones como la Escuela Técnica Nº 450, la Escuela Nº 650, la Comercial N° 415 y el Instituto Santa María Goretti, dictando Historia, Educación Cívica y Formación Ética.
Su enseñanza, basada en el respeto, la empatía y la vocación, así como también el afecto que solía demostrar hacia los que tuvieron la suerte de tenerla como profesora, dejó una huella imborrable en generaciones de estudiantes.
Como directora, se destacó por su compromiso con el crecimiento institucional y su incansable gestión para lograr mejoras edilicias, incluyendo el edificio propio de varias escuelas. Reconocida por su dulzura, integridad y capacidad de escucha, Adriana fue un ejemplo de entrega y humanidad. Falleció en 2009, un 17 de septiembre —Día del Profesor—, símbolo perfecto de una vida dedicada por completo a la educación y al bienestar de su comunidad.